Vaya por delante que represento a un fabricante de módulos fotovoltaicos y baterías, por lo que doy por descontado que mi opinión será considerada como interesada y/o poco objetiva. Me tranquiliza saber que no existen opiniones objetivas y que la mía, a pesar de coincidir con el interés de mi empresa, pretende ser sincera y honesta.
De hecho, la empresa a la que represento, comenzó a fabricar baterías hace apenas tres años en Alemania como resultado de un análisis de mercado previo de hacia dónde deberían ir las soluciones del nuevo sistema eléctrico basado en las energías renovables (EERR). Y en Alemania no lo han dudado apostando por los sistemas de almacenamiento. En instalaciones residenciales, el pasado verano celebró su batería instalada número 100.000.
Mi argumento es bastante simple: A escala industrial el autoconsumo con inyección a red, recompensado financieramente, ya estaba y está contemplado, lo que no deja de ser una forma de balance neto, en la medida en que se remunera lo no autoconsumido y vertido a la red. Cuando se especula con los mecanismos para “netear” la generación y el consumo, las fórmulas son múltiples y será difícil -si no imposible- encajar aquella que satisfaga a las partes implicadas.
Desde que comenzamos a hablar de autoconsumo en España, muchos entendíamos que era la forma de convertir a consumidores de electricidad en “prosumidores”, como una forma de contribuir a la creación de un sistema energético más eficiente y limpio, contribuyendo a la lucha contra el cambio climático y la independencia energética de nuestro país. Y proporcionando un ahorro relevante en la factura de los productores-consumidores.
Producir energía para hacer un trueque con la red, no lo entiendo como autoconsumo. Y nos lleva otra vez a la visión mercantilista de la fotovoltaica, que es respetable y justificable en el modelo de las grandes plantas, pero nada tiene que ver con la filosofía de “democratización” de la energía de la que tanto se ha hablado y defendido estos años.
En el caso del autoconsumo residencial, ese que nos debería llevar a que la energías solar fotovoltaica (ESFV) se convierta en España en algo tan popular y cotidiano como en otros países como Alemania o Australia, con millones de hogares beneficiándose de la energía del sol, el uso de baterías es casi imprescindible en la mayoría de los casos. Porque los hogares, normalmente, consumen más energía cuando ya no hay sol.
En definitiva, no hay nadie que niegue que el “modelo distribuido” basado en renovables se tiene que apoyar necesariamente en el almacenamiento, desde el tamaño doméstico al industrial y el de red. Si ahora, en España, promovemos un balance neto que prime la aritmética financiera y expulse de la ecuación a las baterías, quebraremos ese camino de desarrollo tecnológico, como hicimos con el desafortunado e interesado RD 661/2007, y nos cargaremos la incipiente industria nacional de baterías y el propio modelo.
Por otra parte, si analizamos el decreto del pasado mes de octubre, vamos a tener serios problemas para conciliar todos los aspectos aprobados. Al desvincularse la potencia contratada de la potencia FV instalada, ¿podremos generar mucho más de lo que consumamos? ¿Es viable física y técnicamente? ¿Lo es financieramente? ¿Cómo lo va a gestionar el sistema, especialmente en las instalaciones menores de 15 kWp?
Entiendo a quien dice que las baterías son aún caras, pero ya son rentables financieramente en España para quien decide invertir en ellas. Sin subvenciones. Las matemáticas no fallan. Que van a seguir bajando, nadie lo duda, pero si las “sacamos” de la solución de autoconsumo, anteponiendo la fórmula, aparentemente más sencilla, del balance neto, estaremos de nuevo apostando por el “pan para hoy y hambre para mañana” Aprendamos de los errores y decidamos con visión de futuro. Y, de paso, apoyemos a la industria española y europea. Que falta nos hace.
Elaborado por Ernesto Macías Galán, director general de SOLARWATT España
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