Pregunta del mes: ¿Debería considerarse la energía nuclear como parte de un mix bajo en emisiones?

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Hasta que las tecnologías de almacenamiento nos permitan acercarnos al 100% de electricidad renovable, ¿debería considerarse la energía nuclear como parte de un mix bajo en emisiones? ¿O es preferible otra alternativa?

«La energía nuclear es una energía descarbonizada que, además, no emite contaminantes atmosféricos que causan la muerte prematura de millones de personas en el mundo cada año. En este sentido se puede considerar una energía útil cara a los dos grandes problemas que causa el sector energético: su contribución al cambio climático y la generación de contaminación atmosférica. Sin embargo, la energía nuclear también tiene una parte oscura, la más conocida es la generación de residuos de alta actividad que permanecerán radioactivos por miles de años y, sobre todo, la posibilidad de un accidente nuclear de gravedad similar a los de Chernóbil o Fukushima.

Pero más allá de estos problemas popularmente conocidos, la energía nuclear tiene bastantes inconveniencias más. Para empezar, plantear la construcción de nuevas centrales nucleares no tiene sentido económico, al menos en Occidente. Las nuevas centrales ahora mismo en construcción tienen un coste de construcción de entre 5 y 10 millones de euros por MW, un coste que prácticamente multiplica por 10 el de un MW fotovoltaico y por 7 uno eólico terrestre. Además, el coste de desmantelamiento y gestión de los residuos podría llevar a un «coste de cierre» de entre 2 y 3 millones de euros adicionales por MW si atendemos a los costes recientemente fijados en el Plan de Residuos Radiactivos que presentó ENRESA al gobierno español. Y en medio de estos costes tenemos aquellos de operación, mantenimiento y combustible, necesarios para el funcionamiento de la central. Al final, una nueva central nuclear occidental no puede generar electricidad a costes inferiores a los 100 €/MWh, mucho más elevados que cualquiera de las energías renovables o fósiles que tenemos actualmente.

Más allá del coste hay otro factor importante: construir una central nuclear es un proceso muy largo. Desde que se proyecta hasta que está operativa pueden pasar fácilmente 15 o 20 años. Polonia, por ejemplo, pretende descarbonizar su mix eléctrico construyendo centrales nucleares, pero no las va a tener operativas hasta final de la década de 2030 (si va todo bien), lo que supone una solución demasiado a largo plazo para enfrentar la emergencia climática. Unámosle a todo esto un rechazo social mayoritario hacia la energía nuclear y tendremos tal cantidad de problemas que no compensan en absoluto los beneficios de la energía nuclear.

Toda esta explicación hace referencia a la construcción de nuevas centrales nucleares, pero si analizamos las centrales que actualmente están en funcionamiento el análisis sería distinto. Centrales como las que tenemos en España están prácticamente amortizadas y su coste de desmantelamiento ya es inevitable. Estas energías forman parte del mix eléctrico y ayudan a que parte relevante del mix sea descarbonizado, y prescindir de ellas a corto plazo iría contra los objetivos climáticos e incluso podría suponer problemas de seguridad de suministro. Como ya tenemos la infraestructura creada, debemos utilizarla sabiamente y no cerrarlas prematuramente. Eso es lo que ha hecho en gobierno español, alargando de facto unos años más el funcionamiento de las centrales respecto a su tiempo de diseño precisamente para no comprometer los objetivos climáticos y trazar una estrategia de desmantelamiento prudente.

Sin embargo, su cierre a largo plazo es inevitable. Podría pensarse que es prioritario eliminar todo el hueco térmico antes de cerrar las centrales nucleares y posiblemente sería lo ideal, pero la naturaleza de las centrales nucleares va a obligar a cerrarlas antes. Las centrales que tenemos en España no están preparadas para hacer seguimiento de carga, es decir, para subir y bajar potencia rápidamente ante la oscilación de la demanda o la generación renovable. Pueden modificar potencia, pero deben hacerlo lentamente. En los últimos meses, la potencia nuclear española ha tenido que reducirse dos veces, una en diciembre de 2019 y otra a finales de febrero de 2020, en ambos casos debido a una alta penetración renovable puntual. Hacerlo en momentos puntuales es factible, pero conforme estos episodios sean más frecuentes esta operación deja de tener sentido, porque no puedes tener subiendo y bajando potencia nuclear constantemente ya que estas centrales tardan muchas horas en recuperar su potencia máxima. Ya no es sólo la cuestión técnica, es que cada bajada de potencia implica muchísimas horas de generación perdida para estas centrales que están pensadas para trabajar a factores de carga cercanos al 90%, y de convertirse las bajadas de potencia en algo continuo iríamos a factores de carga mucho más bajos que no tienen sentido para infraestructuras tan caras.

Conforme vaya aumentando la generación renovable se multiplicarán los momentos en que sea necesario parar o reducir la generación nuclear. Las renovables necesitan un complemento ágil, una energía que pueda responder en muy poco tiempo y que económicamente tenga unos costes fijos bajos (para justificar su infrautilización). La energía nuclear es exactamente lo contrario a ese paradigma y, por tanto, la mayor generación renovable acabará inevitablemente chocando contra la parcela de generación de la energía nuclear y entonces tendremos que elegir qué priorizar. Y la elección está clara, debemos priorizar las renovables. Lamentablemente, las nucleares dejarán de tener sentido técnico y económico antes de que acabemos con el hueco térmico, de ahí que la estrategia de cierre progresivo de las centrales sea acertada. Si para cuando se produzca ya tenemos sistemas de almacenamiento que permitan prescindir tanto de potencia térmica como nuclear, miel sobre hojuelas. Eso sí, si finalmente no se cumplen las previsiones de instalación de potencia renovable quizá haya que alargar el funcionamiento de las centrales nucleares algún año más y no habría que rasgarse las vestiduras por ello.

Finalmente, un matiz. Todo lo indicado es válido para Occidente. Si miramos a Asia, el análisis podría ser distinto. En países como India o China, muy dependientes del carbón y con crecimientos de demanda eléctrica importantes, no es factible descarbonizar sólo con renovables, se tardaría décadas en conseguirlo. En estos casos, y siendo los costes y los tiempos de construcción de las centrales nucleares menores allí, plantear nueva energía nuclear sí puede tener sentido para descarbonizar a la velocidad que requiere los compromisos climáticos adquiridos».

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Pedro Fresco es especialista en los mercados eléctrico y gasista españoles. Licenciado en Química por la Universidad de Valencia. Profesor-colaborador en el máster en Energías Renovables de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Autor del libro El futuro de la energía en 100 preguntas. Trabaja en el sector energético desde hace más de una década y en el pasado lo ha hecho en otras áreas del sector medioambiental. Escritor y divulgador en diferentes medios de comunicación.

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