Soltec, Gransolar, Solarpack, Otovo, Acciona, Capital Energy, Repsol, Shoals Technologies, Array… ¿Está justificado un volumen tan elevado de salidas al parqué o puede haber burbuja de mercado? ¿Es la salida a bolsa la panacea para las empresas que planean crecer?.
¿Hay un boom de la economía verde? Sí.
¿Se está creando una burbuja de mercado? Tal vez.
Más allá, si transitamos la bifurcación de la respuesta positiva a la segunda pregunta, lo relevante es el tiempo. ¿Estaríamos ya en la burbuja o aún habría margen de maniobra? Más que entrar en el análisis concreto de las diferentes empresas que preparan su asalto al parqué, como periodista prefiero mostrar algunos detalles de la tendencia que pueden ayudar a formar una opinión sobre si puede sostener semejante avalancha.
En primer lugar, los cimientos: la narrativa. Con el cambio climático como estandarte, la priodridad del cuidado del medio ambiente es una noción plenamente integrado. Hasta el punto de que conceptos “filosóficos” como la sostenibilidad se han instalado como variables concretas en las estrategias de inversión. Es el caso de los criterios ESG, que incluyen la sostenibilidad. En la XI encuesta del Observatorio Inverco, en la que participaron gestoras que representan más del 92% del patrimonio total invertido en fondos de inversión, más de la mitad (53%) dijo tener registrados fondos que siguen estos criterios, y el fenómeno va en aumento: dos tercios (67%) han notado un incremento en el interés de los partícipes en este sentido. Además, apunta al futuro: la generación de los millennials (de 28 a 40 años) es la más concienciada, seguida dela de los centennials (de 18 a 27 años).
Esta narrativa se ve afectada, además, por la coyuntura política. Petra Pflaum, CIO for Responsible Investments para DWS, expresó recientemente su satisfacción por que “la lucha contra el cambio climático vuelva a discutirse seriamente en los pasillos del poder de Washington. Sólo eso ya marca un cambio fundamental con implicaciones potencialmente profundas más allá de las fronteras de Estados Unidos». La llegada de Biden a la Casa Blanca es una buena noticia para el sector, pero forma parte de una tendencia más amplia, la que conecta con los principios ideológicos de la Agenda 2030, a la que se han adherido, con compromisos más o menos sólidos, economías de mucha solvencia.
El otro gran aspecto a favor de la corriente ambientalista en los mercados es el entusiasmo que muestran sus diferentes agentes por los productos temáticos, como pude comprobar en la elaboración de un reciente reportaje sobre el asunto. Todo el mundo quería dejar claro que priorizaba situarse en la cresta de esa ola. Y la economía verde aparecía, junto a la tecnología y la salud, como el núcleo duro. Resulta significativo que los tradicionales creadores de índices se hayan apuntado a la moda. Sus análisis, creo, resultan útiles para situar el momento y la potencialidad de cada temática. Véase, por ejemplo, el índice S&P de energía límpia (https://www.spglobal.com/spdji/en/indices/esg/sp-global-clean-energy-index/#overview) o el MSCI de energía eficiente (https://www.msci.com/documents/10199/f7625b66-9d6a-a621-920e-b153de3be10f)
Por último, tenemos un contexto en el que los tipos de interés desincentivan la renta fija, con lo que los inversores deben buscar alternativas específicas, sobre todo en la industria, con el tan cacareado advenimiento inminente de la tendencia a la inversión “value”, agotada ya la del “growth”, o cerca ya de romperse de tanto usarla, que diría la Jurado.
En conclusión, hay indicios evidentes de que la economía verde no es flor de un día. La cuestión es si precisamente esos indicios no podrían estar provocando un peligroso efecto llamada. El gran asunto de nuestro tiempo, internet, demostró que no era flor de un día… después de depurar sus tripas con el estallido de la burbuja puntocom. Como dijo Parménides, uno no se baña nunca dos veces en el mismo río, o sea, cuidado con las extrapolaciones. Pero no vendría mal recordar ciertas avalanchas de salidas a bolsa a lo largo de la historia…
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