La agricultura y la ganadería surgieron hace 10.000 años en un momento revolucionario de la historia. Ahora, en un nuevo contexto de revolución tecnológica, la agricultura y la ganadería pueden volver a ser claves para acelerar el progreso de la humanidad hacia la sostenibilidad medioambiental. No hablamos de reinventar procesos y sistemas de conreo o de cría de animales, sino de cómo un uso inteligente y eficaz de las mismas puede ayudar a catapultar las energías renovables en todo el mundo.
Vaclav Smil, científico y analista experto en desarrollo humano y energía, ya relacionaba estos conceptos hace unos años cuando apuntó en su reflexión ‘Science, energy, ethics, and civilization’: “Las sociedades humanas siempre han estado limitadas por los ritmos en los que han sido capaces de aprovechar la radiación solar y sus transformaciones terrestres. La producción de alimentos y combustibles estaba limitada por las bajas eficiencias inherentes de la fotosíntesis, así como por el inadecuado suministro de nutrientes para las plantas. Como resultado, el rendimiento medio de los cultivos se mantuvo bajo durante milenios, produciendo hambrunas recurrentes y desnutrición crónica”.
Esta frase nos ayuda a entender la historia de la civilización y nuestro futuro, sobre todo ante un cambio total sobre la forma de entender los recursos naturales y el devenir del planeta. Parece que, ahora que todos somos conscientes de la necesidad de apostar por las energías renovables, ha llegado la hora de dar un paso más. Y una de las principales renovables es la solar fotovoltaica, una fuente de energía limpia pero que conlleva algunas malinterpretaciones por su alta ocupación de superficie. Ello se pone de manifiesto, por ejemplo, a través de la aparición de movimientos conservacionistas contrarios a esta energía limpia.
En este contexto, emerge el fenómeno de la agrovoltaica, que busca la máxima sinergia entre la energía fotovoltaica y la agricultura mediante la instalación de paneles solares en terrenos agrícolas, o más recientemente, agricultura en terrenos fotovoltaicos. Esta alternativa se posiciona como uno de los referentes para hacer más sostenible un sector clave para la lucha contra el cambio climático, a la vez que ofrece la posibilidad de lograr usos y rentabilidades adicionales a unos activos como son las tierras donde se ubican los proyectos, más allá de la propia generación de energía solar.
Si vamos a los inicios de esta tendencia en el Sur de Europa, ya en 2013 se empezaron a ver algunos pioneros que combinaban el uso del terreno para instalar placas fotovoltaicas y destinar también la tierra para su uso original: la proliferación de fauna y flora. Entonces nadie pronunciaba el concepto agrovoltaico, que poco a poco se ha ido haciendo más presente en todos los proyectos.
El objetivo de compartir espacio es optimizar el uso del suelo y generar beneficios como la preservación de la biodiversidad, la convivencia de las actividades agrícolas y ganaderas en zonas donde se han construido plantas fotovoltaicas, y la mejora de la productividad agrícola. En este sentido, algo muy relevante a señalar es que en el inicio de la agovoltaica no había normativas que establecieran este tipo de buenas prácticas, sino que eran los propios productores de energía quienes decidían combinar estas dos actividades, tanto para reducir las emisiones de carbono a la atmósfera como para beneficiar a la agricultura y la ganadería local.
A nivel administrativo, inicialmente se debía cumplir con algunos requisitos, pero no a nivel de sostenibilidad medioambiental en sentido amplio, sino a únicamente nivel paisajístico: por ejemplo, con la instalación de pantallas vegetales para esconder las placas. Cuando empezaron las actividades de compaginación ambiental fue por proactividad, ya que la obligación de implementar beneficios locales ligados a la producción de energía solar llegó sobre 2019 en la mayoría de países del Sur de Europa con el objetivo de alinear a todos los actores.
En unos inicios, la conversación avanzaba sencillamente entre los productores y agricultores o pastores de la zona. Por ejemplo, entre ambas partes se llegaba a un acuerdo para lograr que las ovejas pastaran pacíficamente por las instalaciones del proyecto solar. La planta fotovoltaica se beneficiaba de contar con una hierba, limpia de productos químicos, a ras de suelo gracias a que las ovejas actúan como desbroce natural y con la satisfacción de haber ayudado a un pastor local, sin objetivo de aprobación pública. Sin embargo, ahora este fenómeno ha evolucionado hacia diseños específicos de plantas fotovoltaicas adaptadas a cualquier tipo de estas actividades agropecuarias. El dato lo demuestra, ya que en 2020 se instalaron más de 2,8GW de agrovoltaica en el mundo, según un informe publicado por Fraunhofer Institute.
En la actualidad, la evolución de esta implicación del medio ambiente también tiene en cuenta la apicultura, el cultivo de viñas para producir vino, la plantación de lavanda, romero y otras plantas aromáticas y medicinales, así como la siembra de olivos, siempre teniendo en cuenta las características del terreno y de la climatología de cada territorio. Todo ello es lo que valoramos desde BNZ en cada proyecto nuevo, para adaptarnos lo máximo posible a las necesidades de la comunidad local y de su medio ambiente.
En estos momentos, además de contar con algunas directrices locales sobre cómo apoyar al territorio, desde la mayoría de productores de energía independientes queremos cumplir con las directrices ESG fijadas por las Naciones Unidas. Ello supone una generalización de este tipo de buenas prácticas que son un deber para cualquier tipo de proyecto que desde BNZ realizamos en España, Italia y Portugal.
A pesar de que cualquier empresa busca obtener su rentabilidad, el compromiso de la gran parte de compañías del sector es ofrecer también un beneficio social, y la agrovoltacia es esencial en este punto. Y más teniendo en cuenta que, según los datos del Ministerio para la Transformación Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España, aproximadamente, el 50% del suelo está catalogado como superficie agraria útil. Ello representa más de 23 millones de hectáreas. Por tanto, se trata de una oportunidad de futuro para el desarrollo de este concepto en España y otras zonas del Sur de Europa, consiguiendo un equilibrio entre la generación de energía solar y el desarrollo del sector primario.
A ello añadimos que, acorde con un estudio publicado por Scientific Reports, si aproximadamente el 1% de la tierra disponible se dedicara a producir energía solar, sería posible compensar la demanda mundial de energía. Ahora bien, en territorio español, según estudios realizados por la Universidad de Almería, simplemente con colocar placas fotovoltaicas sobre las cubiertas de las más de 40.000 hectáreas que ocupan los invernaderos en el sudeste de España se podría producir hasta un tercio de la energía que se consume en España.
Sin embargo, también hay retos para la eficiencia de la agrovoltaica, como el hecho que ocupa más espacio que una planta solar standard. A ello debemos sumar la oportunidad que existe todavía para la tecnología solar fotovoltaica bifacial, con mejora de eficiencias por mayores distancias entre módulos. Por el momento, hay sistemas de soporte fijo que se utilizan para elevar los paneles solares de entre 3,5 y 5 metros por encima del campo de cultivo, lo que permite que la maquinaria agrícola acceda a los cultivos que se encuentran debajo. Además, es especialmente relevante en áreas cálidas, donde la sombra puede proteger los cultivos al reducir las temperaturas y evitar la evaporación excesiva. También ayuda a proteger el cultivo del granizo y de las lluvias fuertes. Se calcula que, con todo ello, se reduce la necesidad de irrigación en un 20%.
Hay numerosos ejemplos, la mayor parte de ellos desarrollados en Países Bajos y Alemania centrados en trigo, patata, apio, arándanos, grosellas rojas, frambuesas, fresas y moras. En estas localizaciones, se ha demostrado que, durante los días calurosos, las condiciones de los conreos debajo de los paneles eran entre dos y cinco grados centígrados más frías respecto a los métodos de cultivo tradicionales. También hay claros ejemplos de su utilidad con olivos en Sicilia, melocotoneros y viñas en Francia, y alcachofas y pimientos en Murcia.
En España, uno de los grandes ejemplos está en Talayuela Solar, uno de los mayores parques solares de Europa, desarrollado por la compañía Solarcentury en Cáceres. Allí han puesto en marcha un programa de recuperación del conejo de monte y varias medidas de conservación para reptiles, grullas, carracas y lechuzas. Además, se ha prometido la plantación de 5.000 bellotas al año para multiplicar el número de encinas, la creación de charcas e islas flotantes para favorecer la nidificación de patos y otras especies, junto con un pasto de 500 ovejas, entre otras promesas.
También hay otros casos de éxito en Italia, como, por ejemplo, EF Solare Italia, el mayor operador italiano de energía fotovoltaica, que explota plantas agrovoltaicas en Umbría, Cerdeña y la región de Calabria. En esta última se han instalado paneles con una capacidad total de 18MWp en los tejados de los invernaderos donde crecen 11.000 plantas de cítricos, incluida una apreciada variedad local de limón. En Italia también se están desarrollando proyectos agrovoltaicos en colaboración con la industria de la cría de animales. La lechera Caseificio Buon Pastore, cerca de la ciudad de Rávena, en la región de Emilia Romagna, cuenta con una planta solar en la que los rebaños de ovejas pastan libremente. A su vez, las placas evitan que la hierba crezca demasiado, lo que reduciría la cantidad de luz que reciben los paneles.
En otro país del Sur de Europa, Portugal, la empresa especializada en la producción de cereales y silvicultura Quinta da Cholda ha comenzado a instalar paneles solares fotovoltaicos que le permiten ser autosuficiente en términos de energía, y en terrenos en los que aprovechan para plantar hileras de plantas autóctonas aptas para el consumo humano y flores para apoyar la biodiversidad y alimentar a las abejas y otros polinizadores.
Todos estos ejemplos son algunos de los más sonoros, pero hay otros cientos de los que podríamos hablar sobre cómo mejoran la calidad de la fauna y flora del territorio a la vez que suman energía limpia a nuestro planeta. Tan solo debemos contar con los ajustes regulatorios apropiados para fomentar la instalación de agrovoltaica sin necesidad de cambiar el uso del terreno, algo que supondría el verdadero boom de la energía solar.
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