Investigadores de la universidad suiza ETH Zürich han realizado un extenso análisis sobre los plazos de puesta en marcha de un conjunto de proyectos de energías renovables desplegados en todo el mundo entre 2005 y 2022 y han descubierto, sorprendentemente, que los plazos de finalización aumentaron de media en las dos últimas décadas.
Los académicos investigaron, en concreto, los plazos de 12.475 proyectos de energía fotovoltaica, eólica terrestre, eólica marina, biomasa y energía hidroeléctrica de escorrentía repartidos por 48 países. «Las regiones se definen según la clasificación de países y grupos de préstamos del Banco Mundial y se clasifican en grupos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y de fuera de la OCDE, ya que los del grupo de la OCDE suelen ser países más ricos», explican.
Su análisis tuvo en cuenta el tamaño del proyecto, la tecnología, las características del proyecto y del promotor, el emplazamiento del proyecto y el mercado relacionado con el proyecto. Utilizaron datos de proyectos de Bloomberg New Energy Finance (BloombergNEF) y otros datos nacionales y medioambientales del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los Indicadores Mundiales de Gobernanza, entre otros.
«Sólo se han tenido en cuenta los proyectos cuyas fechas de autorización y puesta en servicio figuran en los datos y en los que un país cuenta con al menos cinco transacciones para una tecnología determinada», especifica el grupo. «Los datos obtenidos incluyen detalles sobre la capacidad instalada, los nombres de los actores que desarrollan los proyectos, las geocoordenadas de los proyectos, las fechas de autorización y las fechas de puesta en servicio».
Una de las primeras conclusiones extraídas por los científicos es que, aunque la fotovoltaica es la tecnología que requiere menos tiempo para su puesta en marcha, los plazos de ejecución para el despliegue de plantas solares a escala de servicios públicos en muchos países aumentaron de 2015 a 2022. «Los hallazgos indican además que el tiempo medio para el despliegue ha aumentado para todas las tecnologías en las agrupaciones de la OCDE y de fuera de la OCDE, excepto para la electricidad de biomasa en los países que no pertenecen a la OCDE», afirmaron.
En cuanto a los factores críticos que pueden retrasar los proyectos, los académicos señalaron que el tamaño tiene un impacto «insignificante» y añadieron que la experiencia de los promotores es, en cambio, un factor de predicción significativo de los plazos de puesta en marcha, aunque sólo para la fotovoltaica y la eólica terrestre. «Es probable que esto se deba a la escasa experiencia acumulada en las otras tecnologías debido a un despliegue relativamente bajo en comparación con la energía solar fotovoltaica y la eólica terrestre», subrayaron, señalando que la presencia de un promotor nacional o de una empresa estatal puede acelerar el despliegue.
El análisis mostró que los plazos de finalización de la energía fotovoltaica y eólica terrestre aumentaron en 0,5 años y 0,9-1,2 años, respectivamente, para los países de la OCDE y los que no pertenecen a la OCDE. «La tendencia al alza también se mantiene para las distintas regiones dentro de las agrupaciones OCDE y no OCDE, y sólo Europa y Asia-Pacífico muestran una reducción en los tiempos de puesta en servicio para la pequeña hidroeléctrica RoR y la electricidad de biomasa, respectivamente», señalaron los investigadores.
El análisis también mostró que factores como la devaluación de la moneda y la contracción del PIB, así como la crisis de COVID-19, tuvieron un impacto significativo en los plazos de los proyectos. También mostró que el tamaño medio de los proyectos de energía solar fotovoltaica durante el periodo 2005-2022 es de 17,3 MW en los países de la OCDE y de 34,4 MW en los países no pertenecientes a la OCDE.
El grupo de investigación presentó sus conclusiones en el estudio «A global analysis of renewable energy project commissioning timelines» (Un análisis global de los cronogramas de puesta en marcha de proyectos de energía renovable), publicado en Applied Energy. «Futuras investigaciones podrían reforzar el análisis econométrico con otros posibles factores y variables, y aplicarlos potencialmente a tecnologías energéticas distintas de las renovables, como el almacenamiento de electricidad o los activos de red, lo que podría arrojar luz sobre la solidez de nuestro marco», concluyen los científicos.
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