“El autoconsumo deberá adaptarse a un entorno de energía barata, paybacks más largos, y nuevos servicios”

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El autoconsumo ha experimentado en España un auge espectacular desde 2019, el año de su despegue significativo. Si bien ya había despegado de manera tímida con anterioridad, el conocido como “impuesto al sol” contribuía a que no fuera económicamente interesante en la mayoría de casos, puesto que penalizaba la energía autoproducida al estimar que la energía autoproducida (la que va desde tu tejado hasta tu televisor sin pasar por la red de distribución) también debía contribuir a pagar las redes y otros costes de la política energética aunque no utilizase la red, puesto que, en el fondo, el consumidor sí precisaba la misma en las horas punta. A nivel regulatorio, la contribución económica para pagar las redes puede resolverse mediante un mayor peso en el término de potencia contratada y menor en el término variable, que es el evitado con un sistema de autoconsumo… pero no es la opción que se escogió.

El caso es que desde 2019, a la suspensión del “impuesto al sol” se añadió la bajada continua del coste de los módulos, y el aumento de los costes de “la red” (el famoso pool o energía mayorista, más los costes regulados por peajes y cargos). El autoconsumo pasó a ser rentable para el consumidor estándar en 2020, incluso a pesar de la Covid-19 y su demoledor impacto sobre los precios del gas y la electricidad, entre otros aspectos.

Si en el año 2019, en que no anticipábamos ni la Covid-19, ni el Canal de Suez, ni la venidera guerra de Putin y su estrategia de estrangular el suministro de gas a Europa (hoy llega por gasoductos apenas un 15% del gas pre-2021, que era muchísimo!) me hubierais preguntado cuánto autoconsumo se iba a instalar en los años venideros, os hubiera dicho que cerca de 500 MW al año, quizás con alguna aceleración inicial. Porque olvidaos del espacio que hay en los tejados, y olvidaos de que “la red” siempre va a costar lo mismo. Al pool en horas de sol le iban a afectar el gran pipeline de proyectos solares de gran escala, y además tenemos costes regulados que también iban a bajar sí o sí cuando terminen algunos pagos del pasado (principalmente los subsidios a las antiguas renovables en los pagos del conocido como RECORE, y los pagos a la titulización del antiguo déficit tarifario en el conocido FADE). La factura, proyectábamos, iría bajando poco a poco en las horas de sol.

Pero llegó Putin, y lo cambió todo. El gas subió a niveles de pánico, equivalentes a un petróleo de Brent a 1000 dólares el barril, y, lo peor, con unos fundamentales de faltante estructural que duraría unos 5 años. Una electricidad tan elevada, directamente afectada por precios estratosféricos, disparó el interés en el autoconsumo, tanto como en la solar de grandes plantas. Y ambos segmentos solares aceleraron la cadena completa de ingenieros, instaladores, abogados, financieros, y consultores que contribuimos a su despliegue. Daba igual cuántos megavatios vinieran de uno y otro segmento, las proyecciones han seguido por las nubes.

Por si la señal de mercado no fuese suficiente, el gobierno y Europa dieron ayudas, y los ayuntamientos contribuyeron con importantes deducciones de IBI. Nadie pensó en el futuro, sino en el presente. Se duplicaron y triplicaron plantillas, se prometieron paybacks de 3 años asumiendo que la electricidad (en horas de sol) seguiría por las nubes por siempre. Se engrasó una maquinaria capaz de desarrollar unos 2 GW por año, y se añadió leña desde todos los ámbitos. Se generaron expectativas publicitarias de ahorros elevadísimos para el consumidor (“¡Consiga 70% de ahorro en su factura!”, cuando no “¡Olvídese de la red y reduzca su factura eléctrica a 0!”), y se generó desde el gobierno y las asociaciones una expectativa de que aquello duraría poco menos que eternamente: revisión del PNIEC, 19 GW a 2030 manteniendo ese frenético ritmo de 2 GW/año toda la década.

Pero es que el contexto no es continuista. No puede serlo, ni va a serlo. El entorno cambia, y en este mercado, como en todos los demás, triunfará quien mejor lo entienda, se anticipe, y se adapte.

 

Algunos elementos del futuro del sector

Vaya por delante la obviedad de que el futuro no lo conozco en absoluto, y no sólo pueden pasar cosas inesperadas en los muchos conflictos abiertos en el mundo, sino que siempre lo hacen. Y como los conflictos afectan tanto a la oferta como a la demanda, a veces ni siquiera es trivial analizar cuantitativamente si el impacto de algo es hacia arriba o hacia abajo.

¿Si termina pronto la guerra de Ucrania, la instalación de autoconsumo sube o baja? Os puedo construir argumentos en las dos direcciones. ¿Si Europa entra en la temida recesión, el autoconsumo sube o baja? ¿El RDL 8/2023 que augura más protección al consumidor, o la extensión de hitos para la solar de gran escala, la racha de frío, los ataques a buques en las rutas del Canal de Suez, la supuesta voluntad de descarbonización de los consumidores… harán subir o bajar la instalación de autoconsumo?

Todo lo anterior es inmodelizable en detalle. Pero hay algunos fundamentales que sí creo que permanecen. Y me atrevo a dar algunas recomendaciones para quien confía en mantener esos 2 GW/año, o incluso en acelerar.

  • El autoconsumo, sobre todo con baterías, te puede aislar tu factura eléctrica hasta un 80% de lo que le pase al mundo. Si quieres estabilidad, es la mejor opción.
  • El precio en horas de sol solo puede seguir bajando, sujeto a la volatilidad inherente del precio del gas que, inevitablemente, crecerá en un mundo abastecido por GNL. Y si mucha demanda permanece hoy destruida, mucha podrá volver ante precios de gas galopantemente a la baja. Por tanto, cabe esperar mucha volatilidad, pero la tendencia de los precios eléctricos en horas de sol es bajista, muy bajista.
  • El valor de los peajes y cargos está en manos del gobierno. Si bien cabe económicamente una bajada de esos cargos, y cabe cuestionar los periodos horarios actuales –que, personalmente, veo inadecuados–, hoy son los que son y el gobierno no da pistas de cambiarlos. Pero no veo ningún motivo para que aumenten, y sí unos cuantos motivos para que bajen o desplacen en los próximos años. Por tanto, buenas noticias para el consumidor sin autoconsumo, sobre todo, si puede electrificar su hogar y desplazar consumos a las horas de sol, ya que podrá acceder a ahorros energéticos y económicos importantes. Pero claro, el interés en instalar autoconsumo, si el argumento de venta era un payback de 3 años… habrá que revisitarlo.
  • El gobierno y los ayuntamientos deberán analizar bien a qué se dan ayudas. En los próximos años, va sobrar energía renovable con una frecuencia creciente. No es sólo que vengan precios bajos en horas de sol, es que sobrará energía y se inyectarán excedentes sin valor para nadie en un sistema eléctrico saturado de energía renovable en las horas de sol.
  • El autoconsumo no es “rentable” o “no rentable”. Hay muchísimos tipos de consumidores, perfiles de consumo, y aparecerán gradualmente nuevas demandas (vehículo eléctrico, bomba de calor, data centers…) que modificarán para quién es “rentable” esta opción. Hay quien no puede desplazar consumos a las horas de sol, y hay quien sí tiene mucho potencial. Por tanto, el autoconsumo tiene décadas de recorrido para quien sea analítico, selectivo, creativo, y proactivo en clientes y servicios ofrecidos.
  • Debe obsesionarnos, como sistema, el almacenamiento. El almacenamiento es rentable a nivel de país si se incentiva, porque tendríamos un beneficio nacional superior a lo que nos cuesta sufragar entre todos ese incentivo. Pero seguimos sin dar con la tecla de cómo materializar este argumento en una regulación certera que nos traiga hordas de baterías grandes, pequeñas, centralizadas y distribuidas. ¿Me pongo una batería en mi casa? Pues respondería que sí, aunque las cuentas no te salgan bien, sobre todo si lo que buscas es quitarte volatilidad y “descarbonizarte antes que la red”. Pero, sobre todo, animaría a focalizar las ayudas disponibles en el almacenamiento, muchísimo, y en todas partes.

 

Si me leéis un poco entre líneas, creo que seguirá un proceso de transición. En el corto plazo, creo que pocos han entendido la probable tendencia venidera en cuanto a volumen de instalación, y creo que la referencia del tamaño de la tarta no debe ser lo que el sector vio en 2022. Desde luego, no antes de 2030 como referencia, hasta que llegue el vehículo eléctrico masivo, la interconexión con Francia, y los grandes proyectos de hidrógeno verde a los que les queda un poco para despegar.

También creo que hay muchísimo trabajo por realizar para descarbonizarse y abaratar facturas. Y creo que los que sabéis de kilovatios, kilovoltios, eficiencia y energía en general, tenéis por delante un futuro brillante para contribuir a la descarbonización, la descentralización, la digitalización, o la adopción de nuevos combustibles. Estamos muy al principio de todo, calderas antiguas, aislamientos horrorosos, un parque automovilístico envejecido… ¡está todo por hacer! Eso sí, quien “solo” instala paneles tendrá adaptarse más pronto que tarde, porque en este proceso de cambios caben muchísimas inversiones, pero no caben físicamente ni económicamente 2 GW/año de autoconsumo, por más que aparezcan en el PNIEC.

Positivismo, todo. Principalmente, para los que entendáis el entorno cambiante y os adaptéis.

 

Javier Revuelta es Ingeniero Industrial. Trabajó 8 años en REE en la Operación y Planificación del Sistema Eléctrico y se incorporó en 2013 a Pöyry, actualmente AFRY Management Consulting, donde es Senior Principal especializado en Transición Energética.

Este artículo forma parte de la edición especial de pv magazine para Genera 2024.

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