En España hay en estos momentos más capacidad instalada renovable de la que somos capaces de consumir y almacenar. La lenta electrificación de nuestra economía, con escaso uso de vehículos eléctricos, bombas de calor y electricidad en procesos industriales, frente al rápido crecimiento renovable de nuestro país, hacen que haya un excedente de producción eléctrica.
El lento despliegue de almacenamiento agrava el problema. Según la Hoja de ruta de Almacenamiento del MITECO, España dispone de más de 8 GW, pero el objetivo es contar con 22 GW para 2030, con lo que aún queda mucho por hacer.
Ante la situación de baja demanda y elevada oferta de energía eléctrica, dado que la oferta es en gran parte inelástica, el precio cae hasta igualar ambas. Este problema se ha exacerbado especialmente en las últimas semanas, gracias a la demanda eléctrica escasa y al incremento de la producción solar, eólica e hidráulicacomo consecuencia de la lluvia, sol y viento propios de la primavera.
Es por ello que durante el mes de abril en el mercado de la electricidad se han dado precios 0 e incluso negativos, llegando a estar por debajo de -1 €/MWh según datos de OMIE. Si no electrificamos e incrementamos la capacidad de almacenamiento, esta situación se repetirá de forma sistemática en los meses de otoño y primavera, en los que la demanda de energía es más baja por el clima más moderado.
La falta de señales de inversión podría comprometer la transición energética.
Esta situación no es sostenible. Los precios actuales limitan la rentabilidad de las renovables, hasta tal punto que los productores están teniendo problemas para recuperar sus costes de inversión. Son muchos los que no tienen la capacidad económica para aguantar esta situación de forma prolongada.
Más allá del riesgo para los proyectos en marcha, nos preocupa el impacto a largo plazo. Si no frenamos la caída de los precios, corremos el riesgo de llevarnos por delante la percepción de país atractivo para la inversión que tanto tiempo ha costado crear.
La reforma del mercado eléctrico europeo supone un paso en la dirección correcta, pero es necesario aumentar la ambición y la concreción.
Es con la vocación de resolver estos retos que se inicia el proceso de reforma del mercado eléctrico europeo.La reforma trata de abordar la volatilidad de los precios, con medidas para evitar tanto los picos que perjudican a los consumidores, como las caídas que ponen en jaque a los productores.
Para lograrlo, la reforma del mercado eléctrico Europeo plantea impulsar el mercado a plazo, huyendo del mercado diario y su inestabilidad. Se incluyen incentivos para los contratos a largo plazo, tanto desde el sector público (CfDs) como desde el privado (PPAs), con los que se busca dar una mayor predictibilidad y seguridad a los inversores. De momento no hay concreción sobre cómo se implementarán estos esquemas.
Ante la inminente aprobación definitiva de la reforma, cabe preguntarse si es lo suficientemente ambiciosa. La Unión Europea, y específicamente España, tienen abundantes recursos renovables que marcan el rumbo hacia la descarbonización. Debemos acompañar este potencial de una regulación igualmente ambiciosa, que responda a los retos actuales y nos permita avanzar en la transición energética.
El diseño del mercado debe adaptarse a la nueva realidad, donde la generación renovable ya representa el 70% de la oferta.
Para integrar el creciente peso de las renovables es necesario modificar los procedimientos de operación, con mercados intradiarios más líquidos y servicios de ajuste más transparentes y abiertos.
También es oportuno repensar el sistema marginalista. El mercado actual, donde la generación renovable ya representa el 70% de la oferta, requiere un nuevo sistema con señales de inversión a más largo plazo, con mecanismos como los PPAs.
Además, para abordar el desequilibrio actual entre la demanda y la oferta energética que presiona los precios a la baja, es esencial incentivar la progresiva electrificación de la economía, e implementar sistemas de almacenamiento.
Por último, debemos velar por una mayor estabilidad en la regulación, y asegurar que esta tiene en cuenta las prioridades de la industria y sociedad civil. Los gobiernos deben enviar señales claras de que seguirán apoyando el despliegue de renovables y almacenamiento para mantener la confianza de los inversores.
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