Pedro Fresco: «Hay muchos y poderosos intereses económicos y políticos detrás de los bulos sobre la energía, pero Europa tiene la gran ocasión de reivindicarse a sí misma»

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Arrancan los olivos para plantar paneles. Los huertos solares van a acabar con el turismo. La construcción de las plantas conlleva movimientos de tierras, soterramientos, cimentación y vallados que afectan al suelo de una forma prácticamente irreversible. Fabricar un módulo fotovoltaico requiere más energía de la que puede producir. Instalar baterías afecta a la salud.

Todas estas y muchísimas más son afirmaciones falsas, pero reales, algunas de las cuales están firmemente instaladas en la opinión pública.

Para el sector renovable resulta muy sencillo desmontar la falsedad de estas afirmaciones y, en muchos casos, conocer el interés de quien impulsa el bulo: grandes exportadores agrícolas para quienes la sobreproducción abarata el precio de compra; bodegueros que ven cómo el suelo que antes nadie quería aumenta su precio fruto de la competencia, o negocios turísticos que reclaman el monopolio del paisaje.

Pero la manipulación de la realidad no siempre es tan evidente: algunas asociaciones publican supuestos “papers” científicos usando portadas de conocidas revistas de investigación, que, una vez se pincha en el enlace, abren dudosos PDFs sin adscripción académica, firmados por “expertos”.

Después de analizar la oposición legal a las renovables en forma de nuevos impuestos y la oposición social desde el punto de vista del territorio, pv magazine habla ahora con Pedro Fresco, director de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía (AVAESEN) y autor del libro Energy Fakes. Mitos y bulos sobre la transición energética (Barlin Libros), en el que analiza y desmiente los principales mitos y bulos existentes en torno a la Transición Energética.

Para Pedro Fresco, detrás de los impulsores de bulos se encuentran intereses económicos y políticos. En los primeros se generaconflicto entre el territorio, usando territorio y agricultura como exponente de la ruralidad, mientras que las renovables son percibidas como intereses meramente económicos y más “urbanos”.

“Desde el punto de vista económico, hay actividades que han patrimonializado el territorio en su propio beneficio: en el territorio solo tienen razón de existir las actividades que ellos desean”, explica Fresco. “Pueden ser tanto a nivel agrícola –para que haya exceso de producción, y así yo compro más barato y exporto más barato–, como paisajístico, en el caso del turismo rural, donde el patrimonio es el paisaje”.

Por otro lado, está el interés político: siendo que la batalla cultural cada vez cobra más protagonismo en la política, hay determinadas fuerzas, fundamentalmente de derecha radical, que buscan generar antagonismos y enfrentamientos entre sectores. “En todo Occidente se ha buscado crear ese enfrentamiento entre lo rural y lo urbano que también deriva en el enfrentamiento entre lo rural. Esos grupos se erigen en representantes del pueblo (que no de la gente) frente al mundo urbano, donde están los burócratas; y en ese sentido, se extiende la creencia de que las renovables perjudican a la agricultura y al territorio”, afirma.

En el imaginario colectivo se crea una imagen de este tipo: “Vienen aquí unos burócratas con sentimiento de superioridad a decirnos que tenemos que instalar renovables y acabar con nuestro modo tradicional de vida, pero nosotros somos los defensores del pueblo y del territorio”, dice Fresco.

Por otro lado, hay segmentos de la izquierda con discursos un tanto infantiles que compran ese discurso y le cambian un par de términos, “pero lo compran, a fin de cuentas abogan por lo mismo y al final le hacen el juego a la derecha radical, porque el discurso anti renovable acaba multiplicándose”, explica.

Según el director de AVAESEN, “a muchas de las plataformas habría que cambiarles la nomenclatura: se mueven más por pulsiones anti capitalistas que ecologistas. Además, son muy infantiles políticamente, porque no hay ninguna propuesta alternativa más allá del boicot por el boicot, no hay ninguna estrategia de cambiar nada, es simplemente decir no”.

Otro concepto novedoso es el impuesto al paisaje que ha surgido en algunas administraciones. “Es muy complicado porque justifica algo que entra en el terreno de la subjetividad y de la arbitrariedad. ¿Es que acaso un centro comercial no tiene impacto visual?”, se pregunta Fresco.

En cuanto a la oposición legal a las renovables en forma de impuestos, el autor de Energy Fakes opina que se da principalmente cuando cambia un Gobierno y el entrante intenta señalar al anterior por lo que ha hecho mal y “propone algo diferente, como un impuesto, aunque suele proponerlos desde una ideología más liberal y resulta curioso que los mismos que dicen ‘impuesto a las energéticas, no’ promuevan, en cambio, impuestos a las renovables”, señala.

“Hay otra variante que propuse yo mismo en la Generalitat Valenciana: abrir la posibilidad de invertir en proyectos renovables a actores locales, como algo voluntario. Pero la realidad es que, en general, en nuestro país aún no hay cultura de inversión en estos ámbitos entre particulares, mientras que, si se impone de manera obligatoria, los promotores de un proyecto quizás prefieran ir a territorios con más facilidades”, explica.

Pedro Fresco señala que, paradójicamente, el conflicto social se da con más frecuencia con proyectos medianos que con grandes plantas. “Quizás porque, en general, los promotores de proyectos pequeños son menos conocidos que una gran energética con la que los vecinos de un pueblo puedan tener contratada la luz. Además, las grandes energéticas con mucha experiencia buscan mejor los sitios y evitan el conflicto social a toda costa”.

Los promotores de proyectos más pequeños están viviendo, además, una nueva amenaza. “Me preocupa muchísimo que empieza a haber bastantes indicios de actores que están haciendo negocio directo en el conflicto social: señalan que boicotearán un proyecto a nivel jurídico a no ser que se le contrate para que no lo haga. Si no me he contratas, a lo mejor te hago un recurso de alzada o pongo un contencioso”, afirma.

Pero no todo es negativo. “Estas actitudes están destruyendo el ecologismo, la fuerza que podía haber capitalizado los Acuerdos de París, que podía haberse erigido como una fuerza visionaria y tener partidos verdes poderosísimos en todos los países. En ciertos sectores ha acabado destruida por estas locuras chamánicas, pero ahora tenemos una nueva oportunidad”, afirma. “En este momento, con el actual presidente de Estados Unidos, Europa tiene la gran ocasión de reivindicarse a sí misma. Al otro lado del Atlántico no tenemos un socio tan fiable como pensábamos, de modo que es importante tomar una vía propia de hacer las cosas y, sobre todo, saber crear un relato en torno a la transición energética, que sea positivo y tomarlo como algo identitario. Ver cada placa que ponemos como un paso más en la independencia de Donald Trump”, explica.

“Este concepto une el mensaje de la reindustrialización con el mensaje de la independencia. Por eso, propongo una positivización de la transición ecológica como concepto, que una recursos de parte de las administraciones públicas y de las compañíasenergéticas. Debemos ser capaces de crear una identidad europea. Ustedes sigan buscando fósiles. La transición ecológica es parte de los valores europeos”, concluye.

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